La cercanía del verano ha detonado una nueva crisis en el mercado de alquileres de las grandes ciudades turísticas como Buenos Aires, Mar del Plata y Bariloche. Miles de propietarios han decidido retirar sus inmuebles del mercado de alquiler permanente (a 2 años) para volcarlos al circuito de alquiler temporario turístico (tipo Airbnb/Booking), buscando captar la renta en dólares de los turistas extranjeros y nacionales que se movilizan en vacaciones.
Este fenómeno ha provocado un colapso en la oferta de vivienda para los residentes locales. Conseguir un departamento para vivir en Palermo, el Centro o la costa marplatense se ha vuelto una misión imposible. Los pocos avisos disponibles piden precios dolarizados o contratos “blue” por fuera de la ley, con actualizaciones mensuales que superan la capacidad de pago de un salario promedio. Inquilinos denuncian que no les renuevan contratos para “hacer la temporada”.
El Gobierno Nacional, fiel a su dogma de libre mercado, se niega a regular las aplicaciones de alquiler temporario, argumentando que es un derecho de propiedad disponer del bien. Sin embargo, algunos municipios turísticos empiezan a analizar tasas especiales o zonificaciones para evitar que sus ciudades se conviertan en “parques temáticos” sin habitantes estables, siguiendo el modelo de ciudades europeas que ya enfrentaron este problema.
El impacto social es profundo: jóvenes profesionales y estudiantes se ven expulsados hacia la periferia, aumentando el tiempo y costo de transporte. La “gentrificación turística” de 2026 expone la cara B del éxito turístico: una ciudad que recibe al mundo pero expulsa a sus vecinos.
La tensión entre el derecho a la rentabilidad del propietario y el derecho a la vivienda del inquilino será uno de los ejes de conflicto urbano del próximo año. Por ahora, el mercado manda y el cartel de “Se Alquila” brilla por su ausencia.







