Los datos preliminares de la Secretaría de Energía confirman que noviembre de 2025 ha sido el mes más prolífico en la historia de Vaca Muerta. Con la capacidad de transporte ampliada tras la inauguración de las nuevas plantas compresoras del Gasoducto Néstor Kirchner y la duplicación del oleoducto a Bahía Blanca, las exportaciones de petróleo y gas a Chile y Brasil han alcanzado un volumen récord. Se estima que el sector generó divisas por más de US$ 800 millones en apenas 30 días, consolidando un superávit comercial energético que se proyecta estructural para todo el 2026.
Este flujo de dólares es la “viga maestra” que sostiene la estabilidad cambiaria actual. A diferencia del agro, que depende de los ciclos climáticos, la producción no convencional ofrece una previsibilidad de caja que permite al Banco Central acumular reservas incluso en meses estacionalmente bajos. Las operadoras internacionales, amparadas por el RIGI, han acelerado sus planes de perforación (fracking), con un nivel de actividad que satura la capacidad hotelera y de servicios en Añelo y Neuquén Capital.
El desafío logístico ahora se traslada a los puertos. La terminal de exportación de GNL en Río Negro avanza a buen ritmo, pero la infraestructura actual opera al límite. El Gobierno presiona para acelerar las obras privadas, entendiendo que cada día de retraso son millones de dólares que quedan en el subsuelo. Además, se negocia una adenda al contrato de exportación de gas con Brasil para garantizar envíos ininterrumpidos durante todo el invierno próximo, aprovechando la declinación de la producción boliviana.
El impacto fiscal es directo: las regalías provinciales y las retenciones a la exportación (aunque bajaron, siguen vigentes) aportan recursos frescos que alivian las cuentas públicas sin necesidad de ajustar más el gasto. Vaca Muerta ha dejado de ser una promesa para convertirse en la billetera del país.








