La jornada financiera de ayer dejó un dato que hace apenas dos años parecía utópico: el índice de Riesgo País de JP Morgan rompió la barrera psicológica de los 550 puntos básicos, ubicando a la Argentina en el pelotón de economías emergentes con acceso potencial al crédito voluntario. Este desplome del spread de tasas responde a la percepción de solvencia fiscal que el Gobierno ha logrado instalar en los fondos de inversión internacionales, quienes ya no discuten la voluntad de pago del Tesoro para los vencimientos de enero, sino que apuestan a una compresión aún mayor de los rendimientos (yields) hacia la zona del 7-8% anual.
El rally alcista de los Bonos Globales (GD30 y GD35) arrastró también a las acciones de empresas energéticas y bancarias en Nueva York, que registraron subas de hasta un 6% en dólares. El mercado está “priceando” (descontando) que el éxito de la estabilización macroeconómica es duradero y que el país podrá refinanciar sus pasivos de 2026 sin necesidad de usar reservas netas, mediante la emisión de nueva deuda a tasas de un dígito.
Sin embargo, los analistas más cautos de la City advierten sobre la “exuberancia irracional”. Si bien los fundamentos fiscales son sólidos, la economía real aún no valida estas valuaciones bursátiles. La brecha entre el valor de los activos financieros y la rentabilidad operativa de las empresas locales (golpeadas por la recesión de consumo) es la más amplia de la década, una divergencia que en algún momento deberá corregirse.








