Los camiones comienzan a formar largas filas en los accesos a los puertos del Gran Rosario, marcando el inicio del pico de la cosecha fina. La campaña de trigo 2025/2026 finaliza con números que traen alivio al Banco Central: se estima una producción cercana a las 19 millones de toneladas, favorecida por un clima benigno que dejó atrás definitivamente los fantasmas de La Niña. Este volumen permite no solo abastecer cómodamente el mercado interno (molinería), sino generar un saldo exportable significativo que ya se está embarcando rumbo a Brasil y el norte de África.
El ingreso de divisas por el trigo actúa como un puente vital entre diciembre y marzo, los meses estacionalmente más secos en términos de liquidación del agro. Con precios internacionales estables, se calcula que el complejo triguero aportará cerca de US$ 2.500 millones en el corto plazo, reforzando las reservas netas justo cuando aumenta la demanda de dólares por turismo. Los productores, incentivados por la reducción gradual de retenciones y la eliminación de la brecha cambiaria, han acelerado las ventas, financiando así la siembra de la soja y el maíz de segunda.
El dato político del campo es la “pacificación” de la relación con el Gobierno. Si bien persisten reclamos por la presión impositiva global, la rentabilidad ha mejorado gracias a la baja de costos de insumos (fertilizantes importados más baratos por la quita del Impuesto PAIS). El campo vuelve a ser el motor que enciende la economía en el interior, reactivando la venta de maquinaria agrícola y camionetas, dos termómetros infalibles del ánimo rural.








